10:00 | Autor Iglesia Hogar
El 26 de julio, la Iglesia Católica celebra la memoria de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús. Por ello, la Conferencia Episcopal Argentina, a través del Área de Adultos Mayores del Secretariado Nacional, propuso que a lo largo de los años se vaya imponiendo la costumbre de celebrar y homenajear en este día a los abuelos y abuelas. Por lo tanto se sugiere promover en las diócesis la celebración del Día de los Abuelos, tanto en las familias como en las parroquias, escuelas e instituciones y para ese fin se dejó a la creatividad de las comunidades los modos de realizar la celebración.
17:14 | Autor Iglesia Hogar

La inteligencia sin amor, te hace perverso.

La justicia sin amor, te hace implacable.

La diplomacia sin amor, te hace hipócrita.

El éxito sin amor, te hace arrogante.

La riqueza sin amor, te hace avaro.

La docilidad sin amor, te hace servil.

La pobreza si amor, te hacer orgulloso.

La belleza sin amor, te hace ridículo.

La autoridad sin amor, te hace tirano.

El trabajo sin amor, te hace esclavo.

La simplicidad sin amor, te quita valor.

La oración sin amor, te hace introvertido.

La ley si amor, te esclaviza.

La política sin amor, te hace egoísta.

La fe sin amor te deja fanático.

La cruz sin amor se convierte en tortura.

La vida sin amor….no tiene sentido…..

8:52 | Autor Iglesia Hogar

Como todos los años la fecha del 20 de Julio nos recuerda el Día del Amigo. Para no quedarnos en lo exterior de un festejo, es oportuno considerar el significado de lo que celebramos. Ante todo creo que es importante no celebrar el día de la amistad sino del amigo. Este tiene un rostro y un nombre concreto que nos compromete. A veces buscamos la amistad como algo que nos acompañe, al amigo tenemos que acompañarlo. El amigo tiene grandezas y límites, no aparenta lo que no es, lo conocemos y nos conoce, y en esta dimensión de reciprocidad nos aceptamos.


El amigo participa de nuestra intimidad, tiene la puerta abierta, confiamos en él. Al hablar de esta condición del amigo siempre recuerdo la frase de Jesús a sus discípulos, cuando les dice: “Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn. 15,15). Creo que en este breve pasaje encontramos aspectos que definen la figura del amigo. La fuerza del texto está, precisamente, en ese “darles a conocer”, comunicarles algo de mi intimidad; el amigo forma parte de ese grupo más pequeño. No hay con ellos intereses ni segundas intenciones, mucho menos presiones que crean amigos circunstanciales: “hay amigos ocasionales, dice el libro del Eclesiástico, (pero) que dejan de serlo el día de tu aflicción” (Ecli. 6, 8).


El amigo nos enriquece con su presencia y su palabra, pero también con su silencio; cuántas veces el silencio de un amigo nos hace bien porque es signo de un amor que sabe y calla. El amigo nos abre a una relación que no es la de complicidad para hacer algo, sino de cercanía y comunión. Su presencia nos hace crecer porque busca nuestro bien y se alegra por el encuentro, por ello puede hacernos una crítica o corrección que siempre debe ser bien recibida porque nace del amor y la verdad. La adulación, en cambio, no pertenece al vocabulario del amigo, ella no nos habla desde la sinceridad sino desde el interés. Tampoco es propio del amigo hacer una crítica cargada de aparentes “buenas razones”, que sólo busca reducir e imponer su voluntad.


Como vemos hay un camino hacia el amigo que siempre estamos aprendiendo, él nos permitirá conservar su riqueza y ser agradecidos. El camino hacia el amigo se construye con sinceridad, humildad, libertad, capacidad de entrega que es olvido de uno mismo. Lo que se opone a este camino es el egoísmo y el orgullo, la envidia y la falta de gratitud, como el no reconocimiento a las condiciones y al éxito del otro. No esperemos de él lo que él, tal vez, no pueda darnos, sino en lo que nosotros podemos darle. Sólo en la escuela de la generosidad se aprende a encontrar un amigo. Un modo de vivir esta relación con el amigo es la oración, en la que lo tenemos presente ante Dios y pedimos por él. En la intimidad de la oración se conservan las cosas más valiosas. Por ello podemos preguntarnos en este día: ¿rezo por mis amigos?.


Deseándoles un buen Día del Amigo les hago llegar, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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8:29 | Autor Iglesia Hogar


Hija, quiero decirte Gracias…

El agradecimiento de una abuela

Gracias por tan maravilloso regalo.

Gracias a él comprendí que caminar despacio no significa agotamiento, sino, al contrario, significa sabiduría porque me permite disfrutar lo bella que es la vida.

Gracias por hacerme sentir la presencia de Dios a cada instante.

Gracias por comprobar, que si bien la vida nos presenta una batalla cada día, sólo de ti depende rendirte o enfrentarla.

Gracias por hacerme sentir que los sueños pueden convertirse en realidad.

Gracias por los besos que le doy a ese niño, que es tu hijo.

Gracias por tener la dicha de observar esos ojitos luminosos, ese cuerpito inquietante, cuando él siente el calor de mis caricias y siento que Dios embriaga mi alma.

Gracias porque cada noche puedo proyectar un mañana diferente.

Gracias por tener la posibilidad de transitar esta etapa inigualable y poder ahora comprobar cuánta felicidad yo le regalaba a mi querida madre sin darme cuenta.

Gracias porque cuando beso a mi adorado nieto no olvido que esos besos que hoy me sobran para él, ayer me faltaron contigo por no tener demasiado tiempo.

Gracias porque hoy, después de tantos años pude saber que esa deuda no existía, porque los besos que yo creí que te faltaron de mis labios, fue tu abuela quien siempre te los daba.

Ana Maquieira, de “A quien corresponda” Ed. Santa María, Colección Mensajes y cuentos.

18:50 | Autor Iglesia Hogar

Corrieri della Sera, 8-7-9.

Una Encíclica para gobernar el futuro. Invitación no sólo a creer sino a pensar.

Un tema tan complejo y denso como un texto, ¿no corre el riesgo de ser una exhortación genérica?
La Encíclica muestra un papa conocedor de la complejidad de los problemas, pero convencido de un punto central: una miríada de decisiones son tomadas hoy sin claridad de intentos, descuidando los intereses de los más, en un clima de desconfianza, sin una visión del bien común.
Cuando habla de "verdad" alude al cuadro de mentiras, desconfianza en la cual vienen frecuentemente orientados los intereses económicos mundiales.
También el mercado tiene necesidad de "verdad", saliendo de la niebla. Y tiene necesidad de "caridad", liberándose de tanta inhumanidad. Sólo así puede cambiar.
Ya la mayor parte de la opinión pública, apagado el furor utopista, ha aceptado la realidad tal cual es. Pueblos enteros están condenados a una vida mísera y subhumana.
La iglesia no acepta esta realidad con fatalismo, como un destino. Viviendo en África y en tantas regiones pobres, es partícipe del anhelo de una vida mejor.

El texto del papa aparece también como un manifiesto de esperanza: el mundo y la economía pueden cambiar. Los hombres, los gobiernos, la sociedad pueden hacerlo. La encíclica del papa teólogo tiene muchas indicaciones concretas, sobre las cuales no es el caso detenerse ahora. En todo caso, la receta es simplísima. Haciendo suyo el grito del dolor de tantos, el papa lo desarrolla en una articulado razonamiento. Para Benedicto XVI, "el mundo sufre de una falta de pensamiento": "sirve un nuevo lanzamiento del pensamiento".
La encíclica quiere dar vigor a la reflexión sobre el futuro, que parece hoy diferida, proponiendo "una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria". No basta confiar el futuro al "providencialismo" del mercado. El papa conduce una lúcida crítica de la reducción del hombre a la economía: es el nuevo materialismo, para el cual tiene valor sólo aquello que es comercializable.
No obstante, no se encontrará en la Encíclica una oposición utópica al mercado (el papa toma en serio la economía, tanto como para pedirle a los países ricos de ayudar a los pobres a producir riqueza), sino la propuesta de integrar la economía a lo humano. La vida tiene un valor en sí misma y no es un bien en las manos del hombre: "la cuestión social -escribe el papa- se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica".
El hombre y la vida no son comercializables. El sentido del don se entrelaza con aquel del límite puesto a un hombre o a un mercado omnipotente. Para el papa la dimensión espiritual es parte saliente de la realidad. No es realista quien no lo tiene en cuenta: "el humanismo que excluye a Dios es un humanismo deshumano", dice. Es así como el papa busca de proponer con este texto, "una nueva síntesis humanística", que incluya el desarrollo económico. Es uno de los grandes objetivos de Benedicto XVI frente a la cultura occidental: abrirla a una nueva familiaridad con Dios en lo espiritual. La cultura occidental, universalizándose, ha perdido sus confines al realizar tantos injertos. Y la globalización ha sido, sobre todo, económica. La encíclica es el primer documento papal sobre la globalización.
Ésta no es una novedad para la Iglesia católica, global desde sus inicios. ¿Cómo los pueblos, haciéndose hoy más cercanos, pueden hacerse más hermanos? Es la batalla del catolicismo por un mundo "familia de naciones": "el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, del reconocimiento de ser una única familia".
Lo opuesto del unilateralismo. Así la encíclica visualiza un nuevo estado de la relaciones internacionales, apoya la ONU, la cooperación, y también pide una autoridad mundial (en el cuadro de la subsidariedad que valoriza la comunidad a cada nivel). No hay ilusiones: palabras duras son frecuentes respecto de los organismos internacionales, en los cuales buena parte de los recursos van a la propia burocracia, no para los pobres.
La encíclica quiere despertar una visión solidaria a tantos actores de la economía y de la sociedad. Solidariedad es palabra clave: raíz del humanismo, inclusión de la economía en la política, gratuidad frente al mercantilismo.

El pensamiento social de la Iglesia ha bajado al campo, en el s. XIX, contra la visión marxista y liberista. Ha sido una lucha titánica, que ha cambiado todos los actores. Ahora ese mundo está terminado. El mercado tiene un rostro invisible, mientras sus actores frecuentemente huyen en la niebla, como se ve en la crisis reciente. El nuestro es un mundo donde la práctica mercantilista y tecnológica se afirma muchas veces sin cultura y fuera del debate público. Benedicto XVI invita a razonar y dialogar sobre el futuro con el deseo de gobernarlo.
Busca sucitar un debate sobre el futuro del hombre a partir de la economía, mostando cómo humanismo y desarrollo, vida espiritual y empresa se entrelazan entre ellos. ¿Una opinión pública sensacionalista no hará caer la invitación en el vacío?
La casual coincidencia de la salida de la encíclica con el G8 desafía la pobreza de visiones y de prospectiva en el sube y baja entre alarmas y tranquilización.
El mundo de la economía de la globalización, para crecer, ser gobernada, producir desarrollo, tiene necesidad de cultura, de visión y de espíritu. La encíclica ya tendrá éxito si ayuda a reavivar una cultura política y económica pensante del futuro. Este papa, además de creer quiere ayudar a pensar.