15:38 | Autor Iglesia Hogar
El amor ilumina la inteligencia y permite conocer mejor a Dios, recordó Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles, en el Aula Pablo VI.

El Papa dedicó su reflexión a Guillermo de San Thierry, amigo y biógrafo de san Bernardo de Claraval, también gran teólogo del siglo XII.

Originario de Lieja, Guillermo de San Thierry vivió en Francia entre el 1080 y el 1148. Fue primero benedictino, pero finalmente vistió el hábito blanco para unirse a los cistercienses de Signy.

Allí se dedicó a la contemplación orante de los misterios de Dios y a la composición de escritos de literatura espiritual, explicó el Santo Padre.

Este monje, dijo, estaba convencido de que "la naturaleza humana, en su esencia más profunda, consiste en amar".

"Una sola tarea es confiada a todo ser humano: aprender a querer, a amar sinceramente, auténticamente, gratuitamente", explicó Benedicto XVI recogiendo el pensamiento del religioso.

"Pero sólo en la escuela de Dios esta tarea se cumple y el hombre puede alcanzar el fin para el que ha sido creado", añadió.

Esta tarea, continuó, requiere en realidad un largo camino que, según Guillermo de San Thierry, se articula en las distintas fases de la vida humana, en las que "la persona debe imponerse una ascética eficaz, un fuerte control de sí mismo para eliminar todo afecto desordenado, toda concesión al egoísmo, y unificar la propia vida con Dios".

Un itinerario ascético al término del cual "se experimenta una gran serenidad y dulzura".

Guillermo de San Thierry escribía que "el arte de las artes es el arte del amor", y añadía "que el objeto de este amor es el Amor con la "A" mayúscula, es decir, Dios".

Benedicto XVI señaló que "llama la atención que al hablar del amor a Dios", el monje "atribuía una notable importancia a la dimensión afectiva".

En este sentido, dijo: "En el fondo, queridos amigos, nuestro corazón está hecho de carne, y cuando amamos a Dios, que es el Amor mismo, ¿cómo no expresar en esta relación con el Señor también nuestros sentimientos más humanos, como la ternura, la sensibilidad, la delicadeza?".

En la ascesis hacia Dios, explicó el Papa, la inteligencia por sí sola "reduce pero no elimina la distancia entre el sujeto y el objeto del amor".

"El amor, en cambio, produce atracción y comunión, hasta el punto que se da una transformación y una asimilación entre el sujeto que ama y el objeto amado".

"Esta reciprocidad de afecto y de simpatía permite a la vez un conocimiento más profundo que el que obra la razón sola", observó.

En este punto, el Papa explicó que nos preguntamos: "¿No es verdad que conocemos realmente sólo a quien y lo que amamos?"

"¡Sin una cierta simpatía no se conoce a nadie ni nada! -afirmó-. Y esto vale sobre todo en el conocimiento de Dios y de sus misterios, que superan la capacidad de comprensión de nuestra inteligencia: ¡a Dios se le conoce si se le ama!"

"Amar a Dios y, por su amor amar a nuestro prójimo; sólo así podremos encontrar la verdadera alegría anticipo de la bienaventuranza eterna", aseguró.

Sin embargo, añadió el Papa, "a esta perfección, que Guillermo llama "unidad de espíritu" no se llega con el esfuerzo personal", sino que "se alcanza por la acción del Espíritu Santo, que habita en el alma y la purifica, absorbe y transforma en caridad todo impulso y todo deseo de amor presente en el hombre".

"Por el amor, el ser humano llega a ser por gracia lo que Dios es por naturaleza", añadió.

Benedicto XVI concluyó su catequesis invitando a todos a decir al Señor que "queremos vivir de amor" y con una oración de santa Teresa del Niño Jesús:

"Vivir de amor, aquí abajo, es un darse desmesurado, sin pedir salario... cuando se ama no se hacen cálculos -oró la Doctora de la Iglesia-. ¡Yo he dado todo al Corazón divino, que está lleno de ternura! Y corro ligera. No tengo nada más, y mi única riqueza es vivir de amor".

Zenit.org

1:40 | Autor Iglesia Hogar

"El Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno", un presente "lleno de sentido".

El Papa explicó el significado que para los cristianos reviste este “tiempo litúrgico fuerte que estamos empezando”, y que “nos invita a detenernos en silencio para captar una presencia”.

El Papa explicó que el término latino adventus indicaba en el mundo antiguo la visita de un rey o funcionario de alto rango a una provincia, pero también la manifestación de la divinidad oculta.

Para los cristianos, adventus significaba “Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no lo podemos ver y tocar como sucede con las realidades sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras”.

“El Adviento cristiano se convierte de esta forma en ocasión para volver a despertar en nosotros el verdadero sentido de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado por largos siglos y nacido en la pobreza de Belén”.

Este tiempo “nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia ¿no debería ayudarnos a ver el mundo con ojos diversos?”, se preguntó.

“Todos tenemos experiencia, en la existencia cotidiana, de tener poco tiempo para el Señor y poco tiempo también para nosotros”, explicó el Papa. El Adviento “es una invitación a comprender que cada acontecimiento de la jornada es un gesto que Dios nos dirige, signo de la atención que tiene por cada uno de nosotros”.

“¡Cuántas veces Dios nos hace percibir algo de su amor! ¡Tener, por así decir, un “diario interior” de este amor sería una tarea bonita y saludable para nuestra vida!”, añadió.

Además de “presencia”, explicó el pontífice, este tiempo habla también de “espera que es al mismo tiempo esperanza”.

“El Adviento nos empuja a entender el sentido del tiempo y de la historia como "kairós", como ocasión favorable para nuestra salvación”, prosiguió.

“El hombre, en su vida, está en constante espera: cuando es niño quiere crecer, de adulto tiende a la realización y al éxito, avanzando en la edad, aspira al merecido descanso. Pero llega el tiempo en el que descubre que ha esperado demasiado poco si, más allá de la profesión o de la posición social, no le queda nada más que esperar”.

“La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente en el transcurso de nuestra vida, nos acompaña y un día secará también nuestras lágrimas. Un día no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el Reino de Dios, Reino de justicia y de paz”, añadió el Papa.

Pero esta espera, explicó, debe llenarse de “un presente dotado de sentido”, de lo contrario “corre el riesgo de convertirse en insoportable”.

“Si Jesús está presente, no existe ningún tiempo privado de sentido y vacío”, añadió, “podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos afligen, la impaciencia, las preguntas que nos brotan del corazón. ¡Estamos seguros de que nos escucha siempre!”.

“Cuando el tiempo está dotado de sentido y percibimos en cada instante algo específico y valioso, entonces la alegría de la espera hace el presente más precioso. Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza”, concluyó el Papa.



20:38 | Autor Iglesia Hogar
En el año de la Familia, vivamos mas intensamente este tiempo de gracia, mientras aguardamos la llegada de nuestro Salvador.

Preparación de la Corona: se arma de manera circular sobre una fuente o bandeja, se colocan allí cuatro velas una por cada semana de adviento, y se adorna con ramas verdes. El color verde es signo de la esperanza. Junto a la corona queremos como familia ir preparándonos a la fiesta de Navidad.

Las luces de las velas nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. El color verde significa la vida y la esperanza.

+ Cada vela representa una de las cuatro semanas de Adviento. Se deben ir prendiendo a partir del Domingo 1 de diciembre una nueva cada semana.

Oración de bendición:

La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que viene como luz esplendorosa, para iluminar a los que estamos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado.

Lleno de esperanza en su venida tu familia ha preparado esta corona con cuatro velas y la ha adornado con ramas verdes.

Ahora que empezamos este tiempo de preparación para la venida de Jesús, te pedimos Señor, que mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, ilumines todas nuestras oscuridades con la luz de Aquel que es la luz del mundo Jesucristo, quien vive y reina por los siglos de los siglos. Amen

Primer Domingo de Adviento: El amor familiar.

+ En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

+ Se lee el texto de 1 Juan 4, 7-9:

“Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de el.”

+ Vela: Encender la primera vela.

+ Propósito:

Cada miembro de la familia piensa en su interior cueles serán sus propósitos para mejorar y cambiar y hará un compromiso para cumplirlos durante la semana.

+ Oración:

Dios Padre, gracias por darnos una familia. Te pedimos que, ahora que comienza el adviento, en nuestra familia podamos demostrarnos el amor que nos tenemos y vivamos cada día más unidos. Te pedimos llenar nuestro hogar de tu amor divino. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

+ Para terminar:

Todos los miembros de la familia se toman de la mano y rezan juntos el Padre nuestro.