17:53 | Autor Iglesia Hogar
¡NO QUEDAREMOS SOLOS!

Yo rogaré al Padre, y él les dará
otro Paráclito, para que esté
siempre con ustedes: el Espíritu
de la Verdad . El Espíritu Santo,
que mi Padre enviará en mi Nombre,
les enseñará todo y les recordará
lo que les he dicho (Jn 14, 16- 17 . 26).


¿Qué dirían los discípulos al Señor, al enterarse de que Cristo partiría?
-Señor Jesús: ¡tanto tiempo hemos vivido a la espera de tu llegada y tú ahora nos quieres dejar! ¡Lágrimas de siglos han regado la tierra de nuestros padres, abonando tu presencia, y ahora nos quieres abandonar!
Por favor: no nos dejes. ¿Qué haríamos sin ti? ¿A quién iríamos, si sólo tú tienes palabras de vida eterna? ¿Quién nos partiría el pan de la Palabra, de modo que nuestros corazones ardan de gozo? ¿Quién bendeciría a los niños, perdonaría nuestros pecados y estaría a nuestro lado para celebrar otra cena como ésta?

El Señor tiene su plan. Tiene su respuesta.
-¿Quién les ha dicho que los dejaré solos?
¿De dónde sacan esto?
He dicho simplemente que debo irme. Que debo retornar a mi Padre. A la casa de mi Dios. Pero el Intercesor vendrá. El Amor estará siempre entre ustedes. Para recordarles lo que les he dicho y lo que he hecho en medio de ustedes.
Su ley no estará grabada en tablas de piedra sino en los corazones de los que sean fieles.
¿De dónde han sacado la locura de que los dejaré solos? ¿Cómo podría yo hacerles eso?
El mismo que me ungió en el Jordán los ungirá a ustedes.
El Espíritu les hablará en la voz de los ministros de mi Pueblo. Les hablará como las mil voces silenciosas que gritan toda obra buena. La misma obra habla. Las obras santas de ustedes serán los labios y la lengua del Espíritu.
Me preguntarán: - ¿cómo y dónde veremos al Espíritu? Y les responderé: - En ningún lugar. Será como suave brisa. Sopla, pero nadie la ve. Será como la caridad de dos enamorados. Está pero no se ve. Será como la sangre que recorre sus venas. Circula pero no la sienten. Será como el aire que impulsa a mis pulmones. Nadie lo ve ni lo siente. Pero está.
Y el Señor será escuchado porque sus ruegos piden cosas buenas para nosotros.



LA PAZ DE CRISTO Y LA PAZ DEL MUNDO

Les dejo la paz, les doy mi paz,
Pero no como la da el mundo
(Jn 14,27).


¿Puede haber dos formas de paz? Sí. Jesús lo dice hoy en su despedida a los apóstoles. Sí. Una, la paz del mundo. Otra la paz de Cristo.
¿La paz del mundo?
Cambiante. Falsa. Frágil. Mentirosa e interesada. Se firma con la mano y se borra con el codo. Es paz hoy y guerra mañana.

¿La paz de Cristo?
Duradera. Veraz. Fuerte. Pacto cierto. Dádiva entregada.
Es paz ordenada y tranquila. Es confianza en la buena fe del otro. Es caridad, cruz y abnegación. Generosidad y condescendencia.
Es sudor y sacrificio.
Jesús deja a sus discípulos su paz. Y quiere que nadie les robe esa paz.
No es la paz de los indiferentes. No es la de los hipócritas ni la de los “pacifistas”.

Es la paz del trabajo al sol del mediodía. La de los que se meten y comprometen en la vida de los demás.
Es la paz de los que se niegan a sí mismos para mejor poder afirmar al otro en el corazón. La paz de los que aman al enemigo sin que esto repugne a su inteligencia.
La paz del que acepta que otros le hagan la guerra, sin declararla a los otros.
Es la paz que nadie nos puede robar. Paz conquistada por un abrazo desde la cruz.




CRISTO ES LA CEPA PRINCIPAL

Yo soy la vid, ustedes los sarmientos.
El que permanece en mí, y yo en él,
da mucho fruto, porque
separados de mí, nada
pueden hacer (Jn 15,5).

Esta cena pascual pareciera nunca acabar. Sin embargo, el tiempo voló para los discípulos. Tanto era su gozo ante la palabra de Jesús, esperando el paso de las horas de los hombres, para aceptar su hora.
Cristo es la cepa principal. Es la raíz y la base troncal del árbol. Es la cepa enraizada. Cristo es el cuenco donde llegan las aguas del mundo.
Yo soy la vid. Yo soy el fruto. Ustedes los sarmientos. Las ramas sin el tronco no son nada.. Sólo sirven para dar calor tibio y momentáneo, al ser quemadas.
Por el contrario, los sarmientos unidos a la cepa, son vid. Dan uvas. Son parte de un todo. Miembros de un cuerpo.

Sin el Camino trazaríamos nuestros rumbos vacilantes e inciertos.
Sin la Cabeza seríamos miembros destroncados e inconexos.
Sin la Cepa seríamos ramas destinadas a secarse. Infecundas, estériles.
Por el contrario- también lo dice el Señor- conmigo todo es posible.
Y si no, que lo digan Abrahán y Sara. Que lo diga María.
Judas se separó del Señor. Así le fue.
Pedro volvió al tronco principal. Así le fue.

Separados de mí : nada. Junto a mí: todo.
Sepamos elegir el lugar que nos toca ocupar, al lado del Señor, de su mano, caminando a la luz de sus ojos.
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