El regocijo y el gozo eran la fuerza de Nuestra Señora. Fue su hijo
quien hizo de ella la presurosa sirvienta de Dios, porque desde que entró
en ella «se fue a toda prisa». Solamente el gozo podía darle la fuerza para
marchar a toda prisa más allá de las colinas de Judea y convertirse en la
servidora de su prima. Esto sirve igualmente para nosotras; igual que ella
debemos ser las sirvientas del Señor y cada día, después de la santa
comunión, apresurarnos para ir más allá de las dificultades que nos
encontremos al ofrecer con todo nuestro corazón nuestro servicio a los
pobres. Dar Jesús a los pobres en tanto que sirvientas del Señor.
El gozo es la oración, el gozo es la fuerza, el gozo es el amor, es
una red de amor gracias a la cual podréis alcanzar a las almas. «Al que da
de buena gana lo ama Dios» (2C 9,7). El que da gozosamente, da más. Si en
el trabajo encontráis dificultades y las aceptáis con gozo, con una amplia
sonrisa, en esto, como en muchas otras cosas, daréis prueba de que vuestras
obras son buenas y el Padre será glorificado en ellas. La mejor manera de
mostrar vuestro agradecimiento a Dios y a los hombres es aceptándolo todo
con gozo. Un corazón gozoso proviene de un corazón que arde en amor.
Beata Teresa de Calcuta
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